El cielo ha sido, es y seguirá siendo uno de los misterios que más atrae a los científicos. Hemos hablado de la estrella más cercana pero por qué el cielo es azul es otra incógnita que siempre ronda nuestro pensamiento.
Cuando el cielo es bien puro y claro, es completamente azul. Para explicarlo, debemos recordar que nuestra atmósfera se halla compuesta, esencialmente, por oxígeno y por nitrógeno, pequeñas moléculas.
La luz se comporta de forma extraña frente a esas pequeños moléculas, se difumina (algo similar a lo que sucede cuando atraviesa una hoja de papel de calcar). Sin embargo, todos los colores no se difuminan con la misma eficacia. Las longitudes más cortas de onda (violeta, azul) son más que las grandes (naranja, rojo), estas últimas se hallan apenas desviadas de su trayecto. Cabe señalar que las moléculas de la atmósfera no son las únicas que distribuyen la luz (dispersión Rayleigh), pero que las pequeñas fluctuaciones de la densidad de la atmósfera también se producen, probablemente para algo, al igual que ciertos polvos muy finos.
Es el mismo fenómeno que explica por qué el sol se ve rojo al atardecer. La luz atraviesa, en ese momento, una gran parte de la atmósfera y sólo los rayos rojos llegan a ser perceptibles para nuestros ojos.
Podría hacerse, por ejemplo, un experimento muy sencillo que consiste en echar en una botella de agua unas gotitas de leche. En ese caso, veríamos que el color se torna más blanco.
El gran misterio de por qué el cielo es azul se debe a la llamada “Distribución de Rayleigh”. Sabemos que la luz es una forma de energía y (de acuerdo a lo que explicamos sobre las ondas más cortas o más largas y sus colores) cuando la luz atraviesa la atmósfera son, precisamente, los rayos de ondas más cortas, como el azul, los que se dispersan en todas direcciones. Por este motivo, el cielo se ve azul.
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